por: Logos-Círculo-Siete
Camino sin sol, ni tierra, ni aire,
náufrago de las cosas, objetos a la razón
prestadas: cirios fragmentados.
Camino entre cenizas con una cruz sobre
la frente, camino y piso sombras
que no ocupan un lugar en el espacio.
El cielo de la noche se rompe,
las estrellas caen de los árboles sin hojas
y se apagan en la quietud de la tormenta.
Así mis pasos terminaron
y fui aire purificado por el fuego,
conciencia, razón del pensamiento.
Todo fue antes del principio sin tiempo,
Dios es mantuvo en silencio, entonó la dulce
melodía de la nada, y todo de la nada fue echo.
Más el mundo cristal de roca fue, piedra volcánica fue,
cuarzo transparente o pálida rosa de metal forjado:
mujer de ojos negros, espejo de galaxias encendidas.
Jazmín de orlas negras, Lirio que flota disecado;
comarca, barca chica, infierno mineral.
Astro que de noche ardes
sobre la triple corrupción de la materia.
Luz calcinada tu fiel llamarada me ilumina,
arca lunar, ecuménica palabra incomprendida,
celesta mar: criatura sin nombre. Esencia de las cosas.
Equidistante en el olvido, volé, y aire fuí,
viento que moja tus raíces subterráneas,
y la noche fue manto y terciopelo... fue silencio,
y tus labios entreabiertos susurraron “¡ven..., esta noche ven!”
Pero la noche fue antigua, mas antigua
que siglos ancestrales, imagen de tu imagen fue,
presencia sensitiva, eco distante de las sombras.
Polvo fui, arcilla moldeada por tu cuerpo,
materia y forma, recuerdo petrificado en el recuerdo,
nebulosa de luciérnagas primitivas, vida sin tiempo.
Sal de la tierra, son tus signos mi mágica morada,
sepulcro de la vida, eterno femenino demacrado:
Luna, Tierra y Mar ensangrentada...
Sueño con tus sueños, principios de la nada,
ruinas, puertas oxidadas. Sueño con tus sueños
para morir como las tardes incendiadas.
Sueño con tu boca: enmudecido relámpago,
eterno fuego, causa eficiente de las causas,
vida fuiste a la materia inmóvil.
Sueño lo increado, imagen abstracta
de tus ojos y tus manos: espejos del pasado.
La noche te a creado de su costilla de barro;
lejana, oculta... y callada:
ausente de este mundo, en aromas de recuerdo permaneces,
naces de la ingrávida memoria y tu voz desnuda a mis oídos
dice: “¡devenimos, solo lo eterno permanece!”
Pero no hay recuerdo que a este mundo te devuelva,
en medio de tus propias tempestades como
la noche te dispersas: sal oscura, metal de arena.
Hemos escapado del laberinto enmarañado, de la mítica caverna
donde en reflejo de nuestra sombra transitaba.
Exiliados de este mundo, en principio
de orden anegados.
Amiga, amante compañera, retornamos al “en si” de las cosas,
y volvemos a ser aire, tierra y fuego.