miércoles, julio 04, 2007

EL ESTADO Y LA IGLESIA

Por: Árbol

Las sociedades estado occidentales, colonizadas y pos-modernas pretende estar formada por instituciones más que por ciudadanos, es decir una persona adquiere la ciudadanía en el grado que pertenezca a las instituciones. ¿Que me hace pensar, decir y escribir esta idea tan disparatada? La cruda circunstancia por la que atraviesa la sociedad y el mentado estado de derecho consagrado en la constitución y las legislaciones secundarias, frente a las instituciones públicas y los poderes fácticos.

Así el estado mexicano se conforma de instituciones públicas, privadas, de interés público y en ultimo lugar la sociedad en su conjunto; entre las públicas están la administración del gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial) a nivel local y federal y las instituciones publicas encargadas de “procurar y atender” las necesidades de la población (el ejercito y demás secretarias). Entre las privadas están, las industrias, el sistema mercantil y bursatil; en el limbo (aunque el papa lo haya suprimido) quedan las instituciones de interés público, donde se dio cabida a las iglesias, la asistencia publica y organizaciones de derecha; recientemente se incorporo, más a fuerzas que por voluntad, las organizaciones de la sociedad civil organizada, en torno a las demandas y necesidades fundamentales de los sectores sociales más desprotegidos en sus garantías y derechos.

Según esta gerarquización, la sociedad en general, son los objetos de interés de las instituciones, mas no del estado y cada vez menos sujetos de derecho, sin que eso signifique exentarlo de sus responsabilidades, las cuales incluso se ven incrementadas, en el marco de un estado dominado por la cleptocracia y la oligarquía autoritaria.

Es decir, que las frases comunes entre los individuos de la clase adinerada de: “La constitución nos consagra iguales, pero habemos unos mas iguales que otros” o “Hay ciudadanos de uña y de pezuña”, que es utilizada para referirse despectivamente a los indígenas y pobres; se utilizan para designar una diferencia que es inmanente; la desigualdad entre los que tienen el poder económico y aquellos que ni siquiera poseen su fuerza productiva.

Así, mientras la iglesia se enmarca en el estado moderno, como un apéndice ideológico, encargada de la moral de la sociedad; el individuo queda desplazado a objeto de las instituciones como: consumidor, contribuyente, creyente, televidente, militante, miembro o aspirante. Es decir que los miembros de cualquier institución, ya sea está religiosa, política o económica; son más ciudadanos, pues poseen una representación de sus creencias, filiaciones o intereses; mientras que los sujetos que delegan su representatividad a los representantes populares, acaban no siendo representados por nadie, pues los partidos y sus miembros, de donde emanan los “representantes populares” solo representan a sus propios intereses, que son los intereses de unos cuantos politicos-empresarios.

Se supone que la religión surge en la sociedad primitiva con el chaman, un miembro de una sociedad de iguales pero que por condiciones místicas o mitológicas, es diferenciado del resto para administrar y estructurar el pensamiento que dictara y regulara la relación del grupo con lo sagrado, es decir con la naturaleza. No es accidente que también desde tiempos inmemoriales se le vincule con los grupos de poder político y económico, pues no en pocas ocasiones a lo largo de la historia registrada, ha sido un factor determinante de control social.

En la medida que la sociedad humana se ha ido desarrollando, ha generado un cuerpo de conocimiento que le ha robado terreno al dominio de lo que alguna vez controlo la religión. Sin embargo la religión no ha dado un paso atrás en su pretensión de regular no solo el conocimiento, sino también, la expresión de lo humano, a lo que denominan lo moral; es decir aquello que es adecuado para sus intereses; permitiéndolo e incluso premiándolo y censurando, reprimiendo o eliminando lo que sea contrario.

En el esquema de arquetipos Jungniano la mismidad, proyecta una sombra de prejuicios, fobias y vicios, al definir la otredad, permitiéndole cometer cualquier atrocidad en nombre de la razón que le asiste, de ser los justos, buenos y virtuosos. Así la iglesia Católica se define asimismo y por lo tanto lo que combate es el mal que busca implantarse en el cuerpo-mente humano; de tal forma que los individuos ejerzan el autocontrol y los que no puedan resistir la tentación sean excomulgados y enjuiciados por las leyes terrenales. Esta es la forma en que se articulan el gobierno y la religión.

El espacio privado siempre ha sido un reto para el control gubernamental y por ello tiene que hacer uso de los instrumentos ideológicos que le brinda el control social; la religión y los medios masivos de información, que son los medios de adoctrinamiento y control de la comunicación. Los gobiernos en contubernio con los medios, lanzan campañas de información, imágenes y sonido manipuladas para condicionar la opinión y respuesta de la población ante el sentido de políticas publicas. Ejemplos sobre el actuar de la mayoría de los medio, sobran: la represión en Atenco y Oaxaca; el fraude electoral en favor de FeCal; el asesinato de la Abuela Nahua, Ernestina Ascensión, en la sierra de Zongolica; la modificación a la ley del pensiones del ISSSTE; la modificación a la ley de Telecomunicaciones; el cazo Ahumada; la guerra contra el narcotráfico; etc..

Mientras que el control de la opinión publica esta secuestrado por empresarios sin escrúpulos, el control de la moral esta a cargo de la iglesia católica. Los diez mandamientos de la ley de dios, los originales que le dieron a moisés y los remasterizados, son la muestra fehaciente, pero también lo es la confesión y el acto de constricción (arrepentimiento). Esta herramienta se da en muchos grupos religiosos, como en los Huirrarica, por medio de la descarga pública de los actos que se consideran tabú, la penitencia es determinada de manera individual por los miembros de la comunidad en función de la gravedad de los hechos, aunque normalmente no hay amonestaciones severas. En la iglesia católica el acto de confesión es evidentemente un intento por ingresar en los espacios íntimos, desde la mente al hogar, en donde la institución no puede entrar a menos de que el feligrés se abra al control de la autoridad religiosa.

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