Sentí tu cuerpo íntegro, y tus poros sellé con mi presencia.
Tu piel del color de los sueños la caminé con gozo, despacio, deseando perpetuar el momento.
No había palabras, sólo la traducción de éstas en actos divinos… mágicos… sublimes.
Mis sentidos anduvieron, gozaron, brincaron… besaron toda la zona bendita en que habitas.
Ahora que lo pienso, no recuerdo haber sentido calor, todo era tan apacible, suave, terso
¿Cómo definir esos momentos? tengo tan pocas palabras.
Despertamos juntos, al mismo tiempo.
Mis ojos primero miraron tu cascada ondulante y revuelta.
Con ímpetu afrodisíaco mis dedos copularon en toda tu tierra.
Mi pecho, aún en tu espalda deseando contagiarte del virus maldito del deseo,
y mis brazos, aún con residuo de la transpiración,
se posaban sobre los tuyos que abrigaban tus senos.
Pero solo basto un leve descuido en el que mordiste mi hombro y te desprendiste,
así nada más, y ni adiós dijiste.
por: Peyotlapiani
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