Disipa mis temores – tal como se disipa el humo del cigarrillo-; tómame de la mano y guíame en ese mundo tuyo de oscuridad y luz.
Enséñame a quererte y no temerte. Muéstrame tu verdadero rostro, y borra de mi mente todas esas historias (ya sean verdaderas o falsas) que relatan sobre ti.
Déjame ver si en realidad eres tú la despiadada, cruel y sanguinaria bestia; o la dulce, tierna y amorosa criatura que vive en la errónea fama de tu nombre.
Déjame encontrar tus verdaderos sentimientos... ¡no me digas que no me conoces!; pues bien sabes que desde el día en que nací, me acompañas a todas partes.
Me vigilas – más no intervienes-,
te invoco – no me respondes-,
te veo y no te reconozco.
te invoco – no me respondes-,
te veo y no te reconozco.
Permíteme – antes de partir- escribir lo que pienso y siento sobre ti; déjame hacerlo como una recompensa a la compañía que me brindaste a lo largo de mi vida terrenal.
Gracias por ser mi partera, mi segunda madre, hermana, amiga, compañera, novia, esposa -y en estos instantes- mi guía...
¡Gracias, mí amada muerte!
Paul De la Cruz Manjarrez Ruiz
(Zairus)
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